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Los Opinadores

domingo, 16 de mayo de 2010

Orlando Alvarez Crespo


Los Pergaminos de Melquíades.
Orlando Álvarez Crespo.


Reza un viejo refrán castellano “En casa de herrero, cuchillo de palo”. Esta sentencia popular viene a colación a la hora de reseñar el uso del calzado en la ciudad de Carora, en virtud que hasta muy adelantado el siglo XIX en nuestra ciudad la mayoría de la gente andaba descalza. Algunos historiadores tratan de explicar este hecho por el uso de la costumbre; pero la razón de fondo debe estar asociada a la pobreza generalizada de nuestra población.

Al momento de escribir estas líneas no tenemos información sobre el tipo (o la ausencia) de calzado usado por los pueblos aborígenes que habitaron estas tierras conquistadas por Salamanca.


Tengo dicho que hasta la mitad del tercer tercio del siglo XIX la costumbre de la gente humilde era la de andar descalza para caminar por la ciudad. Incluso; hasta 1935 aproximadamente, los pobladores de los alrededores de Aregue se venían descalzos, con las alpargatas en las manos y no se las calzaban hasta llegar a Carora.


Las alpargatas (del árabe “pargat”) originalmente con la capellada de lona, son de origen vasco y comenzaron a usarse en el siglo XIX. Su uso fue muy extendido en las regiones de Aragón y Valencia. En América fueron introducidas por los misioneros.

Pero la alpargata de hilo pabilo, el calzado más popular en el occidente del país, en Carora es de data “reciente”. Se introducen alrededor de 1875 desde la ciudad de Valencia. En un primer momento las denominaron “las valencianas”.

Desde el siglo XVII hasta finales del decimonónico, la población pobre utilizó como calzado (para largos trayectos y visitas) una cotiza con piel de res no curtida, extraída de la cabeza o la garra del animal, atada al pie con una trenza fina de cuero.

Otros grupos sociales mejores posicionados en la escala social se podían “dar el lujo” de usar otro calzado de mayor calidad y de mayor valoración social como la chinela, la zapatilla de gacela, los botines (usados también por mujeres) y las pantuflas de pana. Estas era un lujo entre los caballeros principales de la ciudad.

A fines de la referida centuria, casi todo el calzado usado en Carora era hecho en nuestra ciudad. Esto, sin duda, se debe al desarrollo de la industria de la curtiembre (responsable en parte de la tala de los dividives) facilitada a su vez por la abundancia de cueros, dividive y árboles de tintura. La curtiembre más famosa, ya en funcionamiento para 1965, estaba ubicada por las inmediaciones de la Playa de Fréitez, y era propiedad de Cruz Verde.

En su “Galería de Artesanos”, Cecilio Zubillaga Perera menciona algunos zapateros que “operaban” para la segundad mitad del siglo XIX. En 1960 Manuel de J. Álvarez, alrededor de 1860, en Barrio Nuevo; al igual que Francisco (Pancho) Perera, ya para 1965, se dedicaban a la fabricación de alpargatas. Un artesano de la estirpe de los Zubillaga, José María Zubillaga, sordomudo, para la década de 1870, fabricaba unos botines de larga duración. Y para el año de 1865, aproximadamente, el coronel Luís Pérez, frente a la Playa de Freitez, tenía un taller de zapatería denominado “La Peineta” en donde se fabricaban, además de alpargatas, chinelas y Pantuflas.


A comienzos del siglo XX existió un taller de zapatería que gozó de gran prestigio en Carora y otras ciudades cercanas: El taller de Vale Paúl, ubicado en la calle Torres, donde iban a “graduarse” los aspirantes a zapateros. Vale Paúl fabricaba zapatos de estilo y diseño propio al igual que carteras para damas. Cuando llegaban modelos importados de Europa allí “los fusilaban” e inclusive los de acá eran de mejor calidad y desde luego más económicos. En el taller de Vale Paúl se formó Alberto (Beto) Gallardo a quien le correspondió ser el primer zapatero establecido en el barrio Torrellas. Don Beto tenía un taller donde se fabricaban unas chinelas muy prestigiosas que incluso los comerciantes de Carora exportaban a otras ciudades del país.


En la década de los años treinta, los torrelleros, procedentes de los campos petroleros, trajeron a la ciudad los zapatos de dos tonalidades. Eran así partícipes de la llamada “era del Jazz” y los torrelleros de entonces “fuyereaban” con sus impresionantes y brillantes zapatos.

En los rebeldes años 60 y 70 llega la moda de los “machotes” unos zapatos estrambóticos de tacones y suela sobresalientes y un poco altos. En Carora los pavos más apasionados, entre ellos Aníbal Juárez y Fortunato Hernández; pero el último mohicano que lució sus impelabes “machotes” no fue precisamente un “hippie” caroreño sino un cocinero colombiano de nombre Alirio, apodado Hongo, por ser propietario del restaurante Los Hongos en la calle Lara, diagonal a la bomba “5 de Julio”. De grata recordación para los izquierdozos noctámbulos.


Hoy; los caroreños se calzan de acuerdo a la moda venida, como siempre desde afuera, a excepción del Saso Álvarez que calza una “chivas” ortopédica de un pariente muy rico (que no es precisamente Jorge Rodríguez
).

Gerardo Castillo Riera

Franquicias caroreñas

Lo mejor en el mundo moderno el término de franquicias culinarias se relaciona con Mc Donals, Wendy, tal vez Subway, a lo mejor Bon Ice, Chicha El Chichero, Efe, Tío Rico, etc., etc. Pero hay personajes caroreños que han hecho que esa comida rápida, como en el argot moderno se conocen, sean parte de nuestra vida cotidiana y mas que una franquicia, porque le han dado personalidad a cada una de sus especialidades con la dignidad con que han ejercido su oficio, sean parte de la cultura del caroreño. ¿Quien no se ha refrescado con un cepillao de Chus? o ¿Quién no se ha chupado un capullito del Chicho en las procesiones de Semana Santa?. Quien diga aquí que no conoce a estos personajes es que no nació, ni se crió o ni se engordó en estas calurosas y secas tierras.Jesús Ocanto (Chús), y Carlos Colmenares (Chico), son los nombres de este dúo de Vendedores de franquicias a la caroreña. Chus el cepillaero, como lo conoce la gente, dice tener 50 y pico años de edad, pero desde que este servidor era un tripón estudiante del colegio de los escolapios, le ha comprado cepillaos. Ya entré en los 55 y tengo que respetarle su vanidad. Quién quiera refrescarse en estas tarde de canícula, solo tiene que pasar por en las tardes por la matica del Concejo y ahí lo conseguirá con su diente pelao y dicharachero como siempre.Como un homenaje póstumo para Alejandro Barrios, mi amigo fraterno, tomo lo que él escribió en el 2002 de Chús el cepillaero y de El Chicho en una columna que tituló: Carora y sus protagonistas ocultos. De Chús escribía lo siguiente:“¿Quién de ustedes no conoce o ha oído hablar de Chus, El Cepillaero?. Su nombre de pila es Jesús Ocanto, nacido en Barrio Nuevo, en la calle Sucre, un 15 de enero de 1949, quien siempre ha estado sembrado en su antiguo y espiritual sector caroreño- de allí me sacarán para el cementerio- comenta con su voz asoleada y timbrada de 54 años de edad. Comenzó este oficio de vender cepillados en año 1965, a sus 15 años de edad frente al hospital San Antonio, era en ese momento el centro activo de la ciudad, allí observé salir y entrar enfermos, en su activa jornada a veces me permitía contemplar la plaza Aguinagalde, donde está la estatua de mármol blanco del padre Carlos Zubillaga que emana la bondad, la nobleza, el Centro Lara, al lado la antigua sede de la inspectoría de tránsito. En este sitio permanecí durante 3 años.La ciudad fue creciendo se expandió urbanística y demográficamente, Chus interpretó esos cambios, se fue mudando con ella, tuvo que pedalearla para alcanzarla, se colocó en la puerta principal del colegio “Cristo Rey”, cuando el sol alumbra con su intensa vitalidad la figura del mosaico en el templo, de San José de Calasanz con sus dos niños: el blanco y el moreno que simbolizan el mestizaje humano y cultural de nuestro pueblo, por el cual se inspiró el artista plástico cojedeño Toledo Tovar. Ahí está Chus expendiendo sus exquisitos cepillados de colita, de tamarindo con abundante leche condensada a los jóvenes que salen al mediodía de este prestigioso plantel. En este sitio tiene 35 años. Luego en horas de la tarde se ubica en la puerta del estacionamiento del Concejo Municipal.Cuando alguna persona le dice:-Chus te estás llenando-Él inmediatamente responde con jocosa salida:-“Pa´ las puras ñemitas- Ahora si es pa´ las puras ñemitas.Haciendo alusión a su comida de huevos fritos, solamente.En sus treinta y ocho años de oficio informal ha criado una numerosa familia de 6 hijos: Jesús, Gladis, Pedro, Argenis, Jean Carlos y José Daniel, cuatro nietos y junto a su adorada esposa Magalys Chávez viven su felicidad en la calle Sucre del Cerro de la Cruz.”El mundo de las golosinas criollas es en este caso una de las tradiciones caroreñas que se han trasmitido de generación en generación. La madre de El Chicho le enseño el oficio y éste a sus hijos con quien actualmente comparte la hechura, distribución y comercialización de la producción. Recurro nuevamente a Andoche quien decía de él:“En el sector 03, vereda 05 diagonal a la iglesia de San José, de la Urbanización Calicanto, en la parte norte de la ciudad vive Carlos Eduardo Colmenares Álvarez conocido por el pueblo como “El Chicho”, el de los capullitos, quien se desplaza en la ciudad como los vientos alisios que trasladan las pocas nubes, que temperan en el azulado cielo caroreño y refrescan las tardes de nuestra calurosa ciudad. Chicho nació hace 47 años, en el lugar inundable donde comienza la calle Jacobo Curiel, en El Yabal en el Barrio Torrellas, un 04 de agosto de 1955. Desde niño observó y palpó con ferviente ánimo la labor del trabajo que generalmente se hacía en su casa.A la edad de 12 años comienza a explotar su creatividad, para ayudar económicamente a su hogar y se aferra al hecho de producir. Comienza a trabajar con su querida madre Isabel de Colmenares y junto a Santos Colmenares, quienes habían aprendido el oficio de la elaboración de hacer capullitos con Alberto Gómez, quien vio por vez primera la preparación en la casa de Doña Pura Barrios de Graterol. Todo este legajo de la cocina popular de nuestra tierra es aprendido por la intuición y la inteligencia observable de nuestra gente. En su casa materna le enseñaron el artesanal oficio de la preparación de las exquisitas golosinas de variados colores de estímulo visual y de sensación dulce que lo constituyen los tradicionales capullitos, incrustados en el palo de maguey. Este oficio lo había popularizado Pedro Argenis Crespo, el inolvidable “Perejene”, quien vendía los capullitos que confeccionaba Doña Pura Barrios de Graterol, en las procesiones, en las décadas de los cincuenta y los sesenta del pasado siglo XX, todavía mucha gente recuerda con esa voz de bajo melodiosa y timbrada con la que la anunciaba la venta de este popular dulce criollo.A partir de 1969, en plena fiestas de la celebración del cuatricentenario de Carora, “El Chicho” comienza a tomar la batuta de las ventas de esta exquisitez, en las procesiones de Semana Santa, en las fiestas de San Juan Bautista, y en las numerosas fiestas patronales de muchos pueblos rurales de nuestro Municipio Torres. En ese año -me comenta- “se vendían a la módica suma de cuatro capullitos por locha”. Con la venta de este dulce se mantiene, de esta manera, esta bella y tradicional estampa que identifica nuestras populares costumbres de las raigambres históricas de nuestro pueblo caroreño.A pesar de todas las contradicciones que vivimos en este momento cuando nuestro país y desde luego nuestra ciudad la envuelve el consumismo globalizante, sin embargo, es una función casi quijotesca la que lleva a cabo Carlos Colmenares “El Chicho”, quien mantiene viva esta tradición, la cual comienza a elaborarse en su casa, en su humilde hogar, junto a su señora esposa Gregoria y sus hijos, que realizan este tradicional trabajo de los dulces de los capullitos junto a los alfeñiques y a los turrones. Esta actividad constituye parte de esta amplia gama de la dulcería criolla Torrense.Por eso “Chicho” agradece infinitamente a Dios y a todos sus numerosos clientes por el apoyo que siempre le brindan en la compra de sus productos con la firma “Hecho en Carora”, porque también el azúcar con lo cual se elabora este dulce es producido en nuestros fértiles campos y factorías.”Los conmino a que cuando vean a Chus el cepillaero o a El Chicho el capullitero aprecien en ellos la dignidad y la altivez con que desempeñan sus oficios, y que forman parte del gentilicio del caroreño.

Gerardo Castillo Riera



Los Caroreños tenemos la manía de ponderar nuestra gastronomía, o nuestras comidas si se quiere. Pero, ¿podemos hablar ciertamente de una gastronomía caroreña?. Verdaderamente que sí. Veamos, si nos acogemos a lo que se entiende por gastronomía tenemos que es: “Arte de preparar una buena comida.”; y en Carora tenemos ese arte, tenemos una manera peculiar de cocinar, con rasgos, formas y condimentos específicos que le dan esa categoría de Arte porque lo hacemos con destreza. Lamentablemente esa gastronomía se ha ido perdiendo en el tiempo porque no nos hemos preocupado, unos por aprenderla y otros por trasmitirla. Creo que es obligación de nuestra generación averiguar y trasmitirla comunicar nuestra cultura a propios y extraños es meritoria, porque con ello trasmitimos nuestros valores culturales. La globalización mal entendida es lo que debemos tratar de vencer, si no tenemos identidad regional mal podemos hablar de una identidad nacional y los caroreños que viven en ciudades cosmopolitas deben preocuparse por enseñar a sus hijos los rasgos culturales que nos dieron origen, para darle más humanismo a nuestras vidas y así crearles el sentido de pertenencia con Carora.Lo que plantearemos aquí no es otra cosa que la forma de cocinar de esta tierra en donde se realizó un verdadero mestizaje culinario, por ejemplo comencemos con la Tostada Caroreña, compuesta por dos arepas del día anterior y que se rellenan de queso y se fríen, viene a ser el centro del plato, rodeada de caraotas refritas (fritas dos veces en aceite) brillantes; chicharrones condimentados con sal, orégano y un punto de comino, entero preferiblemente, y fritos en aceite onotado; y ensalada de aguacate, tomate y cebolla; y por último las tajadas. Algunos le ponen sobre las arepas mas queso rallado y salsa de tomate. Pero, ¿Qué es lo caroreño?. Las caraotas pichonas (ácidas) y el condimento de los chicharrones, o sea el orégano y el comino. Según el recordado, ya fallecido amigo Andoche Barrios, la tostada caroreña se comenzó a preparar en el Restaurant El Néctar de Don Nicolás Cuicas.

Orlando Alvarez Crespo

Los Pergaminos de Melquíades.
Orlando Álvarez Crespo.

Hoy; cuando la escuela y la industria discográfica nacionales le han echado trescientas toneladas de desprecio y vallenato a la poesía parecerá extraño y hasta aburrido que alguien escriba sobre una mujer que dedicó su corta vida a cultivar la poesía.

Allá por de mitad de la segunda década del pasado siglo XX llego, procedente de la población de Burere, una jovencita que había quedado huérfana a edad muy temprana. Fijó su residencia en el recientemente funda Pueblo Nuevo, conocido años más tarde como Barrio Torrellas. Natividad González, conocida familiarmente simplemente cono Naty, desde muy pequeña tuvo una gran amor por la poesía, según un artículo en el segundo número del periódico caroreño Némesis, del 16 de marzo de 1941, editado por Julio S. Suárez. Natividad era la segunda de las hijas del matrimonio de Doña Florentina Sierralta y Don Águedo González, vecinos de la población de Burere. Tuvo dos hermanas: Fredis, la mayor, y Lilian, la madre de la periodista Ivette Camacho. Naty era de una belleza física y espiritual excepcionales. Mantuno una estrecha amistad con Don Cecilio Zubillaga, Vector Julio Ávila, Izabas Ávila, y Alirio Díaz, entre otros. Con este último la relación fue quizás más estrecha dado que ambos compartían el amor por la música y la poesía.

Como nuestra sociedad ha olvidado las humanidades esta poeta luce casi olvidada. En su obra Barrios Caroreños, (1935) Víctor Julio Ávila hace de ella una breve referencia e esa poetisa que la cantó a la vida, al amor y a la cuestión social. Hoy en día solo una decena de viejos cultos recuerdan algunos de sus versos y su semblanza.

En realidad debió ser muy talentosa, pues esa era precisamente su fama. Recibió elogios de poetas e intelectuales que la conocieron. En un articulo titulado “Tributo barquisimetano a una ilustre caroreña” publicado en El Impulso en su edición del 25 de mayo de 1941, Cecilio Zubillaga Perera expresa. “A Naty González solo le encuentro parigual entre nosotros memorando a la ilustre caroreña Doña Petra de Aldasoro…”

Cuando la poetisa ronda los treinta años de edad es víctima de una infección pulmonar que le impedirá hablar y escribir y finalmente le conducirá a la muerte. Debe ser aislada del contacto humano. La traslada hasta la población de San Pedro con la esperanza de que el cambio de clima favorezca alguna mejoría. Son esfuerzos en vano. Finalmente la traslada a Barquisimeto para tratarle la enfermedad, pero allí tampoco la ciencia puede hacer nada.

En el año de 1940 la poetisa ha dejado de escribir y casi no pronuncia palabras. “El silencio ha hecho morada en su grande corazón. El turpial de su espíritu no canta” escribió el redactor de Némesis, en la edición arriba referida.

En la ciudad de Barquisimeto muere a mediados de 1947. Su muerte fue muy sentida en la ciudad, sobre toda en la gente de las letras y de la cultura. Por haber muerto virgen fue enterrada, como era la antigua costumbre, vestida de blanco y en una urna de igual color. En su funeral, el Poeta de la Aridez, el atarigÜense Elisio Jiménez Sierra, recitó unos versos que han llegado a nosotros gracias a la memoria de Don Domingo Octavio Riera:

“Te picotearon los pájaros afónicos
Que guardan en jaula de sombras
La desdentada muerte
Y te mordieron todo tu corazón
De fruta en el silencio verde
De una noche borracha”.

Naty González, nació en Burere alrededor de 1910. En el barrio Torrellas vivió en la calle Monagas frente a la casa de su hermana Doña Francisca de Pérez, entre las Sol de Oriente y El Calvario. Está enterrada en el viejo cementerio municipal de Carora.

Pablo Arapé Arze


Pues, si. Nos encontrábamos en el bar “El Paramo” rajando caña. El ambiente era el de siempre: buena conversa, clima cálido, arepas con mortadela deliciosas y cervezas como “beso de suegra”… bien frías. Sin embargo, algo no engranaba. Algo fallaba. Algo Faltaba. Se notaba su ausencia. Carecíamos de su embrujo. Aunque- paradoja al fin - estando presente, nadie reparaba en ella, estando ausente, a todos nos hacia falta. Nos incomodaba no tenerla. Era un fastidio. Nelson Frites, pregunto: ¿no tiene arreglo? Gerardo Castillo dijo, ¿precisamente hoy? El poeta Fortunato Hernandez, sentencio: “la felicidad es un vano espejismo” y es que echarse palos y no tener música de fondo es como ir al cine solo. Como comprar cosas – consumir – y no enseñárselas a nadie. Como enterarse que la vecina esta en estado – sin tener marido – y no contárselo a media humanidad.
Es curioso lo de la música: ni pendiente - cuando libamos licor - de la letra y música. Pero que no falte. Nos escuece su ausencia. Tenemos y debemos tener un ruido de fondo. Podría ser una moto prendida. Una lavadora. Una moto sierra. La hojilla o Aló ciudadano; pero no. Tiene que ser música. Escogemos los temas. Discutimos por los cantantes. Promovemos un referéndum. Ponemos en marcha el reproductor de C D y….nos olvidamos del asunto. Curioso ¿verdad?
Sea como fuera – el aparato de sonido – estaba dañado. La tarde calurosa y ventosa nos traía el ruido intermitente de la sierra de una carpintería. La cerveza fría se dejaba colar. Los temas de conversación – lo humano y lo divino – transcurrían uno detrás de otro, como las tandas de bebidas. De repente, sin proponérmelo, sin querer. Sin saber como ni porque me encontré tarareando, a ratos silbando, a ratos murmurando, la letra y música de una vieja – viejísima – canción. ¿Porque esa y no otra?…valla usted a saber
¿Qué cantas?, preguntaron los panas
¿Quién, yo?
Si (en coro) tu
Bueee, no se.
(nuevamente en coro) ¿Ataque de estupidez fulminante o lo normal para ti?
Bueno… No se… ni siquiera me di cuenta que tarareaba algo. Es muy antiguo.
Pero se oye bien; dijo uno. Es rara; martillo el otro. Enséñanosla y la cantamos todos, propusieron
Bueeeno….pero esta en latín
¿Y? hablamos tres idiomas. Podemos lidiar con otro
¿Tres idiomas?... ¿cuales?
Castellano, Caroreño y “cuti”
Muy graciosos, muy graciosos. Bueno… Plomo… Vamos a darle.
“In taberna quando sumus, non curamos quid sit humus”
Lentamente, las estrofas de la canción – al principio con timidez – y luego con mas confianza, comenzaron a apropiarse del ambiente.
“Quidam ludun, quidan bibunt, quídam indiscrete vivunt”
La melodía era pegajosa. Nadie sabia lo que cantaba pero era contagiante. De las mesas vecinas comenzaron a llegar cervezas “brindadas” que son las mejores.
“Bibit era, bibit herus, bibit miles, bibit clerus, bibit ille, bibit servus cum ancilla”….
La canción se adueño del local. Era la locura. Todos cantábamos; todos marcábamos el tiempo y nos arropaba una alegría colectiva. Como un rito místico. Como la antigua catarsis de los griegos. La gente repetía las estrofas sin parar.
“Bibit frater, bibit anus, bibit mater, sexies pro sororibus vanis, septies pro militibus silvanis” de esta forma continuamos por horas hasta que algún agua fiesta rompió el sortilegio pronunciando la horrorosa blasfemia que voy a transcribir, con el perdón de ustedes: …..”tráigame LA CUENTA, POR FAVOR”
Al día siguiente, cuando el insoportable ratón lo permitía, reflexionaba sobre lo predecible que somos los seres humanos: pasan los años, transcurren las centurias y seguimos siendo iguales. Una canción del siglo XIII. Perteneciente al folklore de aquellos lejanos días. Compuestas por hombres y mujeres comunes y corrientes. Que narran historias sobre el amor cortes; sobre estudiantes y sus correrías; la vida disoluta de los curas (de aquellos tiempos) las prostitutas la naturaleza y la fortuna. Canciones sin autor. Composiciones conocidas como profanas pues trataban temas mundanos y no religiosos. El germen y semilla de nuestros cánticos actuales. Pero; ¿que tenemos en común con gente tan antigua?: El deseo de vivir, lo irreverente; la burla del estatus y su hipocresía, de la autoridad, de la moral mal entendida. El afán de cantarle al amor. A la dama de nuestros sueños. A la bebida, al juego; a lo lúdico...a Eros.
¿Qué son setecientos u ochocientos años para la eternidad? Todos coreamos una canción del siglo XIII (In Taberna Cuando Sumus) en un bar del siglo XXI. Con temas que – todavía – son de la actualidad.
Entonces…. ¿quien dijo que todo es relativo?

Pablo Arapé Arze


Pues, si. Es una relación física e intelectual que nos satisface a ambos. Buena conversación. Excelentes gustos musicales. De literatura…ni hablar; compartimos géneros y escritores. Su cocina es exquisita. Y el sexo: aaaahhhh ¡que placer! Cóncavo y convexo fue creado para nosotros Un perfecto acoplamiento geométrico. Y lo mejor de todo…..su marido no se da por enterado.

Pero nada es perfecto. Mi ignorancia en ciertos aspectos del léxico moderno, me atraen angustias existenciales. Si fuese un ser mas chabacano (patán) o anti parabólico (chusma) seria completamente feliz. Ayer, después de unas cuantas acrobacias sexuales, con una sonrisa plena de felicidad, con aires de complicidad, me susurro (ella) al oído….”eres un buen polvo”….”eres mi polvito lindo”. Quede en el sitio. Asentí con mirada bobalicona y media sonrisa de Mona Lisa. “Buen polvo” Sus palabras retumbaban en mi mente, mientras la veía vestirse. Enseguida comencé a sentirme mal. Soy asmático. Para mi no existe “buen polvo” ni regulares ni medio buenos ni nada TODO LO QUE SIGNIFIQUE ´POLVO ES DE TERROR PARA MI. El polvo esta constituido por partículas de sólidos que se encuentran en suspensión en el aire y caen sobre los objetos…..y las personas. Generalmente, este polvo, entra a las vías respiratorias. El cuerpo - sabiamente - genera un mecanismo de defensa contra estas partículas. Respuesta que se conoce como “reacción alérgica” En los asmáticos, esta respuesta, es extremadamente sensible originando serios y molestos descalabros respiratorios. Entonces, no existe el llamado…”buen polvo” y menos ese exabrupto de “polvito lindo” Hubiese preferido: mofeta bella, tumor benigno o costillita de cochino. ¿Es que no te piensas vestirte?...”polvito” dijo ella, interrumpiendo mis pensamientos Presuroso me puse la ropa y sin despedirme salí a la calle. Obviamente – por sus aires de complicidad y sonrisa – aquello de “polvito lindo” era un elogio. Pero que ¿significaba en realidad? ¿Qué tenia que ver la parte más menuda y deshecha de la tierra seca, con el acto sexual? Nunca había oído tal expresión. Pero...quizás no tenía relación con el sexo. ¡Claro! Expresión tan bizantina, seguro, se refería a otra cosa. ¡Polvo eres y en el te convertirás! Para mí, el infierno, con sus llamas eternas, es un spa o sitio de recreación. Pero, convertirme en polvo……..ese si era un suplicio. La enfermedad y yo seriamos uno solo para siempre…!Noooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo! Pero; un momento. Ella dijo: polvito LINDO. Siiii. Polvito (en diminutivo) lindo. Seria por la longitud de mi miembro. Claro, polvito, por la insignificancia. Y bello por lo inofensivo. Pero, ejem ; ella nunca manifestó nada de eso. Me lo hubiese dicho. Es mas, un día, refiriéndose a la extensión del órgano viril dijo que…no, no es de eso que estamos ablando. Me salgo del tema sin querer. Bien. Desechada esa teoría. Quizás se estaba despidiendo de mi….!claro! no hay nada mas fácil de barrer, que el polvo. Y “lindo”, a manera de despedida. Como decir: “tendré un lindo recuerdo de ti”. Eso es. Pero…. los “aires de complicidad”. Bueno, también tiene explicación: “Tu no se lo dirás a mi marido…. ¿verdad?”. Si eso era. Al fin la verdad. Lo que más temí; perderla, sucedió sin darme cuenta. Pero no seria tan fácil. Seguro encontró otro amante. Y a mi me despacha con tan insólito desplante. Más ella no sabe de lo que soy capaz. Ahora mesmo voy a que su marido y le cuento todo, con pelos y señales. Si señor. De mi nadie se burla. Me marcho; voy a contarle al cornudo del marido. Ahora ella va a saber quien es “POLVITO LINDO”

viernes, 2 de abril de 2010

Pablo Arapé Arze


No hay duda que para la inmensa legión de seguidores de los hermanos Cohen, “Quémese después de leerse” es una decepción. Pero mirémoslo del lado positivo: esta película demuestra que los Cohen también son humanos. Además; en nada le resta brillo a su palmarés.
“Quémese después de leerse” gira entorno a las memorias de un ex agente de la C I A y los enredos que suscita la perdida de la misma. Ethan y Joel Cohen exhiben en sus producciones las características que los definen: humor inteligente, negro y caustico; burla despiadada del sistema de vida y los valores del norteamericano medio; dirección de actores excelente; puesta en escena sin excesos; manejo del absurdo; guiones sólidos y violencia cruel. Sin embargo, en este film, brillaron por su ausencia dos elementos: el guion y el humor inteligente
La muy particular forma de referirse a los sueños y deseos del común norteamericano fue demolido por una forma de hacer reír fácil; obviamente guiños a la galería. Esta vez, los Cohen, dejaron el humor en casa.
El guion, particularmente engorroso y disperso se convirtió en una especie de “gag” que dio paso a una grotesca comedia de situaciones. En honor a la verdad hay que rescatar las interpretaciones del elenco de actores: George Clooney, Frances Mcdormand, Brad Pitt, Tilda Swinton, John Malkovich y Richard Jenkins. Ni que decir del personaje interpretado por la excelente Frances Mcdormand quien realiza una notable interpretación
“Quémese después de leerse” es un bache en una exitosa carrera. Traspiés – a no dudarlo – intrascendente Título original:Burn after reading
Duración:95 minutos


Actor:George Clooney, Frances Mcdormand, Brad Pitt, Tilda Swinton, John Malkovich y Richard Jenkins
Director:Ethan Cohen y Joel Cohen

Director de fotografía:Emmanuel Lubezki
Guionista:Ethan Cohen y Joel Cohen

Montaje:Roderick Jaynes
Música:Carter Burwell

miércoles, 27 de agosto de 2008

Prócoro Hernández Oropeza

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De si las piedras hablan o si la luna es medicina para el mal de amores...




Prócoro Hernández Oropeza
Tomado de la revista digital
Inter- Forum




Dicen que la poesía es un trabajo estéril y no sirve para nada. Es una pérdida de tiempo en este mundo globalizante y amorfo, un desperdicio del intelecto, una entelequia espiritual mal retribuida.

La poesía se emplea para aplacar las tormentas del alma, redimir a una mujer o un hombre o llenar el corazón de ese sentimiento llamado amor. Puede, en dosis bien servidas, alimentar el espíritu, asustar una soledad y alejar una tristeza. Sirve también para reflexionar acerca de si las piedras hablan o si la luna es medicina para el mal de amores.

Por medio de la poesía podemos hacer hablar las flores y voltear el cielo de cabeza, cambiar la tarde de lugar. Es un buen recurso para transgredir la monotonía y curar el insomnio.

Un simple verso trastoca el sentido de una palabra, de un enunciado. El verso es una transgresión del sentido común, un ahogado del poeta, un halo místico que impulsa los dedos, un flagelo al silencio.

A través del verso el poeta reflexiona acerca de la vida de una mariposa, de la muerte de un minuto en las manos del tiempo. Por medio del trabajo refinado de la palabra se desdibuja el rostro de un recuerdo, la desventura de un te quiero en la boca del blasfemo.

En fin, la poesía es útil de muchas maneras, pero sobre todo es instrumento para observarnos a nosotros mismos, como expresa el poeta y pintor chino Xingjian. Porque cuando se concentra la atención internamente surge la poesía y empieza la aventura emocional de la palabra.

Octavio Paz afirma que la poesía no es una actividad mágica ni religiosa, no obstante el espíritu que la expresa, los medios de que se vale, su origen y su fin, muy bien pueden ser mágicos o religiosos. Mientras que en la religión lo sagrado cristaliza en el ruego, en la oración, en el éxtasis místico, en un diálogo o relación amorosa con el creador, el poeta lírico entabla un diálogo con el mundo; en ese diálogo hay dos situaciones extremas: una de soledad y otra de comunión.

¿Qué pretende el poeta cuando expresa su experiencia? Paz contesta: “La poesía ha dicho Rimbaud, quiere cambiar la vida. No piensa embellecerla como piensan los estetas y los literatos, ni hacerla más justa o buena, como sueñan los moralistas. Mediante la palabra, mediante la expresión de su experiencia, procura hacer sagrado al mundo; con la palabra consagra la experiencia de los hombres y las relaciones entre el hombre y el mundo, entre el hombre y la mujer, entre el hombre y su propia conciencia. No pretende hermosear, santificar o idealizar lo que toca, sino volverlo sagrado. Por eso no es moral o inmoral; justa o injusta; falsa o verdadera, hermosa o fea. Es simplemente poesía de soledad o de comunión. Porque la poesía que es un testimonio del éxtasis, del amor dichoso, también lo es de la desesperación. Y tanto como un ruego puede ser una blasfemia”.

El poeta, agrega Paz, tiende a participar en lo absoluto, como el místico, y tiende a expresarlo, como la liturgia y la fiesta religiosa. Esta pretensión lo convierte en un ser peligroso, pues su actividad no beneficia a la sociedad; verdadero parásito, en lugar de atraer para ellas las fuerzas desconocidas que la religión organiza y reparte, las dispersa en una empresa estéril y antisocial. En la comunión el poeta descubre la fuerza secreta del mundo, esa fuerza que la religión intenta canalizar y utilizar, a través de la burocracia eclesiástica. Y el poeta no sólo la descubre y se hunde en ella: la muestra en toda su aterradora y violenta desnudez al resto de los hombres, latiendo en su palabra viva en ese extraño mecanismo de encantamiento que es la poesía.

La poesía es la revelación de la inocencia que alienta en cada hombre en cada mujer y que todos podemos recobrar apenas el amor ilumina nuestros ojos y nos devuelve el asombro y la fertilidad. Su testimonio es la revelación de una experiencia en la que participan todos los hombres, oculta por la rutina y la diaria amargura. Los poetas han sido los primeros que han revelado que la eternidad y lo absoluto no están más allá de nuestros sentidos, sino en ellos mismos. Esta eternidad y esta reconciliación con el mundo se producen en el tiempo y dentro del tiempo, en nuestra vida mortal, porque la poesía y el amor no nos ofrecen la inmortalidad ni la salvación. Nietzche decía: “No la vida eterna, sino la eterna vivacidad: eso es lo que importa”.

Luego entonces la función de la poesía, en un mundo vacío pero computarizado sirve de mucho y aunque no alivia, ni corrompe, purifica. No tiene más ideología que un alma y un espíritu en confrontación con todo lo que le rodea. El periodista Braulio Peralta, en el prólogo a una larga y de las últimas entrevistas a Octavio Paz sentencia: “Heraldos de sí mismos, los poetas viven un mundo aparte: mensajeros del destino, en los tiempos modernos, pocos, muy pocos los escuchan, los leen y atienden. Vivimos con los ojos abiertos pero ciegos ante las premoniciones que nos anuncian. ¿De qué sirve pensar y sentir si todo ello no ayuda a vivir más y mejor? El ser y la nada nos arrojan al vértigo de la ignorancia. Tendrá el poeta que gritar sus versos por teléfono, enviarlos por fax, a través de Internet, o leerlos por televisión? Hasta eso, en los tiempos actuales, le está vedado; nadie quiere oír verdades a fin de siglo. Eliot seguirá vivo para los mass media.

En tono de queja Peralta señala: “La poesía -la palabra del poeta- ha sido menospreciada en este siglo. Pero no ha muerto. Dicen que cada 50 años nace un poeta -poeta mayor, con ideas- en cualquier país. Poetas que defienden la poesía, porque los versos son inseparables de la defensa de la libertad. Sí: la poesía no se lee en los estadios. Pero no agoniza. En medio de la turbulencia del fin de siglo, algo queda: un puñado de hombres que describen el mundo con versos y prosa poética.

Y para concluir, que mejor que esta definición de poesía, vertida por David Huerta

"Sharp as a razor blade"

Los poetas suelen declarar,
En algún momento exaltado y profuso,
Que la poesía es o debería ser, para ellos, tal o cual otra cosa.

Yo no querría asumir el estilo de mi declaración
al de aquellas.
Básteme pedirle al curioso lector
que traduzca y entienda (“filo Para cortar el tiempo en dos pedazos de espejo, de sílaba o fuego,
de ropaje caliente o de hospitalaria desnudez”)

La breve frase en inglés
que encabeza estas líneas.

Mayo 12, 2002

viernes, 16 de mayo de 2008